viernes, 18 de septiembre de 2009

Música seria

En la “música clásica” hay sin duda muchas obras “serias”, por ejemplo las obras religiosas que comenzaron en la Edad Media con el canto llano del que hablamos anteriormente. La tradición de la música religiosa ha continuado, aunque ahora se compongan pocas obras de este tipo. Sin embargo, desde la Edad Media hasta nuestros días, los compositores nos han legado muchísimas obras religiosas que hoy, afortunadamente, podemos escuchar.

La mayoría de la gente que ama la música considera al alemán Johann Sebastian Bach como uno de los más grandes compositores de todos los tiempos. Bach era un hombre muy religioso y siempre estuvo al servicio de su iglesia; dedicó a Dios la mayor parte de su música. Una de sus obras más importantes es la Pasión según san Mateo —que escribió poco antes de 1730— y estaba destinada a reflexionar sobre la pasión y muerte de Cristo. Esta obra tiene gran intensidad emotiva y es más seria que otras de este tipo, pues no termina con la alegría de la resurrección, sino que concluye con nuestra despedida de Cristo, que descansa en su tumba .

El problema con hablar de “música seria” para referirnos a la “música clásica” es que, a pesar de que incluye muchas obras de la “música clásica”, el término deja fuera a muchas otras que tienen grandes dosis de humor y alegría, y que también pertenecen a la “música clásica”.

El cuento de la abadesa, pieza compuesta en el siglo XIV, es una de estas obras que forman parte de la “música clásica” pero que no tienen mucho de “serio”. La letra de la canción nos cuenta la historia de un convento donde las monjas vivían felizmente. Una de las reglas del convento era que las monjas no podían comer pasteles, pero la abadesa lo hacía cuando nadie se daba cuenta. Una noche, mientras la abadesa disfrutaba a escondidas de un pastel de chocolate, otra monja recibió furtivamente un delicioso pastel. Sin embargo, una tercera religiosa alcanzó a ver cómo el repostero le entregaba el pastel y comenzó a dar gritos de alarma. La abadesa salió tan rápidamente a regañar a la monja antojadiza que no se dio cuenta de que tenía en la nariz una gran mancha de chocolate. A gritos, condenó a la monja del pastel a una semana de encierro por haber cometido una falta grave, a lo que esta contestó: “tiene razón, yo he pecado, pero usted debe limpiar su nariz”. Las monjas estallaron en carcajadas y la abadesa huyó para escapar de las burlas.*

El compositor francés Erik Satie, quien vivió entre los siglos XIX y XX, fue un personaje muy interesante y excéntrico. Además de escribir música redactó algunos textos irónicos y a veces hasta absurdos, como sus “Memorias de un amnésico”. Los títulos de sus piezas son humorísticos en muchas ocasiones, como en el caso de Sonatina burocrática, pequeña obra para piano en la que hace una simpática parodia de los tres movimientos de una pieza muy conocida entre los estudiantes de piano: la Sonatina Op. 36, No. 1 de Muzio Clementi.

En una ocasión, el compositor Claude Debussy –quien también escribió música que no es precisamente “seria” le dijo a Satie que no se preocupaba lo suficiente por la “forma” de sus piezas. La forma de una obra musical se refiere a la estructura, a cómo está organizado el material musical (por ejemplo, una pieza con forma A B A quiere decir que la música con la que comienza es la misma que la que termina, mientras en la parte media hay música diferente). Para burlarse del comentario de Debussy, Satie escribió unas pequeñas obras para piano a cuatro manos que tituló Tres piezas en forma de pera , que, en otra broma del compositor, no son tres sino siete.

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