viernes, 18 de septiembre de 2009

Música culta y música académica

Una razón para utilizar los términos “música culta” o “música académica” es para decir que si queremos escribir o tocar “música clásica” debemos tener mucha cultura o formación académica, lo cual no siempre es cierto. Otras veces se utiliza el término “música culta” para diferenciarla de la música popular, pero esto tampoco es cierto en todos los casos, pues la “música clásica” a veces incluye música popular.

Una parte de la “música clásica” sí es música que fue compuesta o ejecutada por gente muy culta. Por ejemplo, durante la Edad Media los centros culturales más importantes de Europa eran los monasterios. Ahí los monjes tenían grandes bibliotecas y pasaban mucho tiempo estudiando. Una de las disciplinas importantes para los religiosos era la música, para lo que leían libros y tratados que habían escrito sabios de su tiempo y de periodos anteriores, que se remontaban hasta los de la antigua Grecia. Además de la teoría musical, los monjes hacían música en sus celebraciones religiosas: para alabar a Dios cantaban a capella (o sea sin acompañamiento instrumental), todos al mismo tiempo la misma melodía. Se inventaron muchos cantos de este tipo, con textos religiosos en latín; pero como en un principio no se escribían, los monjes tenían que estudiar mucho para aprendérselos de memoria. Como era difícil memorizar tanta música, se desarrollaron métodos de escritura para que a nadie se le olvidaran.

Cuenta la leyenda que el papa Gregorio Magno —quien murió en el año 604— hizo una recopilación de estos cantos, que se utilizaban para el uso común de las celebraciones religiosas de la Iglesia católica. En realidad, es poco probable que el papa Gregorio se haya hecho cargo él solo de esta extensa recolección de cantos, que ahora son llamados “cantos gregorianos”. Un ejemplo de este tipo de música ­—llamada más correctamente “canto llano”— es Puer natus est , que se utilizaba para celebrar el nacimiento de Cristo.

No toda la “música clásica” fue escrita o tocada por gente muy culta. Los “trovadores” y los “troveros” eran poetas y compositores de música no religiosa y vivieron durante la Edad Media, en lo que ahora es Francia. Estos personajes recibieron su nombre de la palabra trouver , que en francés significa “encontrar”, pues se dedicaban a “encontrar” o componer canciones. Los trovadores y los troveros eran nobles, por lo general de cultura amplia, pero había otro tipo de músicos que no eran nobles ni cultos; solamente aprendían la música de otros y la repetían a su propia manera. A estos músicos que solamente tocaban o cantaban se les llamaba “juglares” o “ministriles”. Algunos juglares eran también malabaristas o equilibristas. Petrarca escribió que los juglares eran gente de poco ingenio, pero de memoria sorprendente.

Uno de los temas favoritos de los trovadores era el amor. Por ejemplo, el trovador Bernart de Ventadorn —quien vivió en el siglo XII— escribió la canción Can vei la lauzeta mover , cuyo texto dice:

“¡Ay! Creía saber de amor y sé tan poco, pues no puedo evitar querer a una dama que nunca me querrá. Cuando se fue, se llevó mi corazón y mi ser, su ser y el mundo entero. No me ha dejado nada más que deseo y un corazón anhelante.”

Cuando los juglares llegaban a un castillo o a una plaza y comenzaban a afinar sus instrumentos, la gente se reunía en torno a ellos. Los juglares tocaban y cantaban mientras la gente escuchaba, pero no era lo único: a veces la ocasión terminaba en fiesta, pues también tocaban música para bailar. Un ejemplo de estas piezas es la Istampita palamento , danza italiana del siglo XIV.

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